En un bosque no muy lejos de donde vivió mi tatarabuela, había un árbol que no era muy común: era y es un Arce que da garbanzos fritos.
Desde que era muy pequeño, pequeñísimo, los diplodocus y los velocirraptores, y unos tiburones científicos que tienen pies-aletas le cuidaron.
Un día, el lago que estaba en frente de donde vivía el Arce, del lago salió una moto acuática. En ella, un tiburón pies-aletas estaba conduciendo. Al verle, dijo:
-Mmh... Me encantarían unos garbanzos fritos tuyos, ¿me das? -preguntó.
-No, no se comen mis garbanzos. Son especiales. Tienen 296.664 años-respondió.
Entonces, el tiburón pies-aletas se fue. A la hora, vino una lagarta con un bolsito relleno de brócoli. Vio al árbol y se sobresaltó:
-¡Anda! Yo los buscaba. Cogeré uno...
¡Zaska! Y una rama del árbol se movió y apartó la manita de la lagarta.
Cuando se hizo tarde, una hadita se posó en la nariz del árbol y él despertó:
-Hola. Soy Adele, el hada de la amistad. Vengo a pedirte que mañana des garbanzos a los pobrecitos que conociste. –explicó.
-No, son muy valiosos –replicaba mientras Adele intentaba decirle alguna excusa- Nunca los daré.
-Bueno, vale. Entonces, me voy. -dijo.
El polvo se esparció en la nariz.
Pasó la noche y el árbol había pensado en dar 2 garbanzos a cada personaje que había venido a verle. Se los dio y se dio cuenta de la amistad que consiguió.
Y ahí sigue ahí, escondido y guardando sus valiosos garbanzos fritos…
Lúa Peña de la Casa
Pelayos de la Presa
0 radiolecturas:
Publicar un comentario