
Cuando todo estaba listo, quedaba una caja de trastos viejos. La cogieron y la bajaron a una especie de trastero que tenía una puerta pequeñita.
La puerta no se abría. Los dos hermanos la empujaron con fuerza y al final se abrió. Era una habitación grande. No había casi luz, pero era un sitio agradable que olía a caramelo.
Los niños se preguntaron para qué era esa habitación, quién podría estar allí, por qué olía a caramelo…
De repente, en una esquinita se vieron dos lucecitas que parecían los faros de un coche de juguete. Se oía una respiración como asustada. Los niños estaban deseosos de saber quién era. Poco a poco, las lucecitas se acercaban y de repente, ante ellos apareció un dragón.
Parecía un perro: del mismo tamaño, igual de cariñoso, lo único que tenía distinto era su cuerpo y que comía caramelos. Y pensaron: ¡qué más da que no sea un perro! ¡Nos lo quedaremos de mascota en nuestra nueva casa!
Y así fue. Ahora los niños y sus amigos no comen chuches: se las guardan todas para el dragón.
Martina Martín Ruiz
8 años
Sevilla la Nueva
Ganadora del I Concurso de Cuentos de Dragones
8 años
Sevilla la Nueva
Ganadora del I Concurso de Cuentos de Dragones
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