
El gamusino tiró furioso el saco y la linterna al suelo, intentando no hacer caso de las risas de sus tíos y sus primos. Había estado caminando casi toda la noche y, por más que los había buscado no había encontrado un solo humano que cazar. ¿Cómo había podido caer en una broma así? Todo el mundo sabía que los humanos no existen.
Javi
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Javier Fernández Jiménez
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